viernes, enero 20, 2006

Jaén y El Abuelo

Cuenta la leyenda que un misterioso anciano pidió alojamiento en un caserío a las afueras de Jaén. En la puerta de la casa, reposaba el tronco cortado de un árbol y el visitante comentó a los dueños que de ahí podría salir una buena talla. Así que se encerró en una de las habitaciones y durante horas se le escuchó como trabajaba la madera hasta que, al día siguiente, todo quedó en silencio. Como el anciano no salía de su habitación los agricultores que vivían en el caserío decidieron entrar.
El hombre ya no estaba, nadie lo había visto u oído salir. Y en el centro del habitáculo, junto a restos de virutas y trozos de madera, se erigía la talla de un Jesús Nazareno.
Con más o menos añadidos, esta es la historia de la talla de Nuestro Padre Jesús que hoy se encuentra en la Catedral de Jaén, donde se conoce la figura como El Abuelo, quizá en recuerdo de aquel artista desconocido que la talló y luego desapareció.
Y con más o menos matices, así escuché la historia de boca de mis abuelos y de mis padres, y así se cuenta aún hoy a los niños cuando cada Viernes Santo, Jaén se echa a la calle desde la madrugada para verla procesión de El Abuelo.
Esta semana he estado en Jaén y he aprovechado para hacer una visita a la Catedral y tomar unas fotos.
Hace tiempo que que alejé de la Iglesia, pero me gusta entrar en la Catedral y recorrer sus naves admirando la magnífica arquitectura de este monumento, uno de los emblemas de la capital jiennense, sin duda, junto al Castillo de Santa Catalina.
En mi paseo del otro día no me sorprendió ver ante la talla de El Abuelo a numerosas personas --a pesar de ser un martes laborable, poco antes del mediodía--, rezando las más y otras simplemente contemplando la figura, flanqueada por las imágenes de la Magdalena y San Juan.


Sin duda, El Abuelo es, más allá de su significado religioso, una de las señas de identidad de esta tierra.
Por muchos motivos, y algunos quizá triviales y alejados del sentido religioso de la imagen. Como el hecho de que la noche en que sale la procesión de El Abuelo fuese, para muchas generaciones de jiennenses, el día en que podías salir a la calle de madrugada y amanecer con los amigos y amigas dando vueltas tras la procesión hasta la apertura de las primeras cafeterías para tomar un chocolate con churros.
En la época a la que me refiero aún muchos bares no ponían música el Viernes Santo. Recuerdo incluso que en la emisora en la que trabajaba sólo se emitía ese día música instrumental. Y no hace tanto de esto, hablo de los años 80.
A pesar de que dejé Jaén hace años, cada Semana Santa intento acudir a la cita con El Abuelo. Ahora, muchos bares y pubs no cierran en toda la noche, y el chocolate con churros te lo sirven en vasos de plástico a precios desorbitados.

Sin embargo, hay cosas que no cambian. Cada año, la plaza de Santa María se llena de gente desde muchas horas antes de la hora de salida de la procesión, creo que las 02.00 horas de la madrugada. Jaén entero se vuelca con El Abuelo, y para cualquier jiennense es inevitable emocionarse en medio de la multitud cuando totas las luces de la plaza se apagan y tras unos segundos de oscuridad se abre la puerta de la Catedral y al poco, sale El Abuelo.

El trono se balancea de un lado a otro sostenido por los costaleros; el griterío no deja escuchar los sones del himno nacional con el que se recibe a cada paso al salir de su iglesia, y los saeteros pugnan entre ellos por ser el primero en cantarle a El Abuelo.
La gente que abarrota la plaza no se marcha hasta no ver salir a la Magdalena, con el rostro de Cristo, y a San Juan. Más tarde, la plaza de Santa María volverá a ser escenario de otro de los momentos más esperados de la procesión, el encuentro de la Magdalena y Jesús Nazareno, El Abuelo.
La procesión recorre las calles de Jaén durante toda la noche y no se encierra hasta pasado el mediodía. A lo largo del recorrido, jiennenses de toda clase y condición contemplan a El Abuelo con respeto y emoción. Una emoción que sólo puede comprender quien ha vivido la Semana Santa desde chico, pues al paso de los tronos se mezclan los sentimientos religiosos --en algunos hibernados durante el resto del año--, con los recuerdos de la infancia, cuando veías la procesión de manos de tus padres o tus abuelos; los recuerdos de la adolescencia, cuando por primera vez salías de madrugada y recorrías los calles a oscuras con tus amigos, o de manos de tu chica hasta que amanecía, y por supuesto, ese sentimiento de formar parte de algo que, grande, pequeño, feo o bonito, también es tuyo y se llama Jaén.
Bueno, no quería ponerme tan sentimental, pero creo que me entenderás si piensas que a ti te pasa lo mismo, quizá en otra ciudad y con otro tipo de cosas. En el fondo todos nos parecemos mucho.